lunes, diciembre 28, 2009

Bicicletas voladoras

No, no te asustes. No se trata de ninguna lista de reivindicaciones,
ni de ningún prospecto, ni siquiera de un exhausto epílogo.
No va de lamentaciones ni desórdenes ni miedos,
vividos o inventados.
Se trata simplemente de una pequeña aclaración,
de un paréntesis recién abierto,
de un recreo de cinco minutos en un día de lluvia.

Si en algún momento en ese periodo estudiado
por los físicos de partículas,
que transcurre entre un tiempo t1 y un tiempo t2
en el que no existe nada más que la nada más absoluta,
pasa por tu cabeza, pensamiento o mente
alguna divagante idea sobre mí,
busca un móvil o descuelga un teléfono.

Como quien escribe un recado sobre un pósit
que cuelga bajo un imán en la puerta del frigorífico
y después de los tres bips,
cuéntalo como si al otro lado no hubiera más
que un contestador automático sin cinta.
Pero recuerda,
solo si ese presente solitario es ocupado por mí.

Renuncio a favores de sustituciones de clases,
a peticiones de teléfonos de facultativos de reconocido prestigio,
a recibir reenvíos de presentaciones reivindicativas
de causas justas o frases redondas.
Renuncio también al conocimiento de las grandes ofertas
del supermercado de la esquina.
Solo acepto llamadas sobre mí,
sin historias de infiernos o cielos pasados o por pasar.
Porque esta vez sí que sí quería algo realmente imposible,
aún más improbable que verte pedalear encima de una bicicleta.

Por último al sufrido lector de estas líneas,
pedirle cierta indulgencia para con ellas -las líneas-.
La que le da esto a leer, tampoco llegó a conocerse.
¡Ah! y recuerde que
'lo cómico es lo trágico, más tiempo'.