martes, noviembre 09, 2004

La Défense

En este mar de desencuentros y azares,
donde un sibilino viento infla nuestros
destinos de bostezos y entusiasmos,
defender la alegría de las ausencias transitorias
y de las definitivas se antoja
una empresa imposible.

Te asomas al cristal de un catalejo
y descubres que hoy
tampoco hay tierra a la vista.

Divisas un horizonte azul sin estelas
y toda la tela por cortar
y no encuentras una mala tijera
con que hacerlo.

Intuyes un futuro de niño desnudo,
ufano e imprevisible
que cuando menos lo esperas
te coloca una rosa en la oreja
o te orina inocente la calva.

Es entonces cuando dibujas
un interrogante por
el astillero donde
reparabas tus sueños.

Pero el otoño cae
tras la cortina de lluvia
que miras y no descorres,
imaginando que

tus manos vuelven a besar

los ojos palpan

y tus labios
recobran la vista.