lunes, noviembre 15, 2004

Sirimiri

Hay días que amaneces empapado, dejas la toalla chorreando arrojada sobre el taburete del cuarto de baño y apenas pisas la acera un persistente sirimiri se empecina en perseguirte camino del autobús. Bajo la parada. Al picar. Cuando pulsas el timbre y tus pasos se encharcan cruzando la calle camino de la oficina.

Atraviesas la puerta, saludas con cierta crispación mientras cuelgas la gabardina en la percha con la esperanza de que la calefacción la seque antes de volver a necesitarla para el regreso a casa. Te sientas frente al monitor de quince pulgadas, filo oscuro y marca cincelada sobre fondo metálico. Bajas la mirada y observas como la corbata destila el agua que desciende por los hombros, brazos y se despeña desde la cabeza. En ese momento comienzas a convencerte de que hoy tampoco acertarás con la tecla adecuada y volverá a ser un día de trabajo perdido, uno más que retrasa el proyecto.

Entonces tomas conciencia y determinación de que esto no puede seguir así, que los diluvios particulares de sirimiri, por muy exclusivos que sean, no pueden traer nada bueno, salvo pulmonías y afecciones cardio-respiratorias. Y el cardiólogo ya había avisado de lo delicado del tuyo después de la última operación.

Respiras profundamente y tras un segundo de reflexión llegas a la conclusión de que sólo caben dos opciones: o te compras un paraguas o esta tarde la llamas.

4 Comments:

Blogger G. said...

¡Llámala! ¡Echale valor! ;)
Besitos

15 de noviembre de 2004, 11:36  
Blogger Elisabeta said...

Sin duda mucho mejor llamarla, el paraguas no te quedaría nada bien,te restaria elegancia,jeje. Ains que malos son los lunes...menos mal que aqui luce el sol.Besitos ^_^

15 de noviembre de 2004, 14:11  
Blogger AdsoVonMelk said...

Si fueran vuestros teléfonos a los que tuviera que llamar, sería imposible embarrancar en la duda. Gracie.

15 de noviembre de 2004, 17:35  
Blogger G. said...

Bueno, ¿y? ¿la llamaste? ;)

16 de noviembre de 2004, 13:20  

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