viernes, noviembre 26, 2004

Luz, taquígrafos y confesión

Hay noches como esta en la que te pesan los zapatos en cada escalón, que cuando alcanzas la puerta y giras la llave del apartamento, se te hace un mundo abrirla. Apagas las luces, enciendes un par de velas, te dejas caer en el sillón y en silencio, sin testigos ni abogados ni jueces pides la venia para admitir tu derrota.

Es entonces cuando comienzas el alegato de la defensa. Alegas que todas las pruebas son circunstanciales, que no quedaban plazas en el tren y en la taquilla de la estación de autobuses tan solo pediste un asiento junto a la ventana cerca del conductor. Que nada tienes que ver con el accidente que detuvo el tráfico durante más de una hora y que las otras seis horas de cháchara fueron solo un intento de hacer el viaje más llevadero. Admites que despertó tu curiosidad, que te sentías cómodo escuchando e incluso hablando, que conocer gente en una ciudad prestada ayuda a sobrevivirla. Si hay algo que sabemos los foráneos, es que los grandes regalos son gratuitos y no necesitan lacitos rojos, vienen sin pretensiones y, con un poco de suerte, te permiten compartir alguna confidencia de mesa y café.

Manifiestas que cuando te pidió tu teléfono y anotaste el suyo, solo se trataba de ofrecer un número al que acudir cuando la ciudad se pusiera cuesta arriba. Expones que fue casual que la calle donde ella paraba esa noche pillara de camino del piso de tus amigos, que cuando paró el taxi y preguntaste su nombre, antes de ayudarle a bajar su mochila, sólo querías saber qué nombre guardar junto a su número en el móvil.

Declaras que desconocías su dirección cuando alquilaste aquel apartamento del centro seis meses antes, a diez minutos del suyo. Que cuando quedaron la primera noche, tan solo se trataba de hacer más llevadero aquel jueves y que el resto de las tardes y las cenas que siguieron fueron porque era agradable y, de algún modo, ayudaba a sobrellevar otro día en una ciudad que nunca termina de ser propia.

Afirmas que en ningún momento fuiste consciente de que existiera aquella rendija. Que habías cerrado las ventanas y atrancado la puerta, no había ranura, fisura ni grieta que no hubiera sido clausurada, cerrada o reparada. Que desconoces cómo había entrado aquella ventisca, que cuando escribiste lo que ella leyó en tu portátil no fue más que un ejercicio de literatura, puro fuego de artificio. Es entonces cuando te rindes y admites que mientras seguías sus ojos sobre las líneas que ella leía, empezaste a dudar de ti mismo.

Desde ese momento arrastras la duda por las aceras, sube contigo al autobús y, cuando menos te lo esperas, te asalta en la oficina. Puede que esto explique por qué esta noche subir las escaleras, alcanzar la puerta y girar la llave del apartamento se haya convertido en un ejercicio tan difícil después de haberla dejado sin haber sido incapaz de confesar tu culpa.

Y es que hay noches, como ésta, en la que uno pone las cartas boca arriba, abre de par en par los brazos y dice, sencillamente, esto es lo que hay. Yo soy la figura que devolvía el espejo, el que claudicó ante los dioses, el que perdió la guerra antes de ser declarada, incapaz de amasar las palabras adecuadas. Soy el que padece la dolencia, el mismo que descuelga el teléfono, confiesa su pecado y pide por favor una absolución rápida e indolora. Incapaz de decírtelo antes de los postres o después de lavar los platos y que ahora escribe que nunca quiso dejar de ser honesto contigo.

Pero no te preocupes que las aclaraciones no son necesarias, que no hay razón ni causa. Que mañana será otro día y no tienes más que tirar este correo a la papelera. Estas cosas a veces pasan y aunque no existen tiendas donde vendan olvido a plazos, mañana sin falta compro la masilla para tapar la rendija.

4 Comments:

Blogger G. said...

Noooooo. Espera la menos a recibir su respuesta. O espera por lo menos a que llegue otra nueva ráfaga. No lo cierres todo y sobre todo no tires la llave. La vas a necesitar otra vez, y las llaves son tan fáciles de perder...
Miles de besos y de calor

26 de noviembre de 2004, 16:06  
Blogger Ulises hijo de Angeles said...

Hermano Adso:
He contemplado con beneplácito sus líneas... maese William debe estar orgulloso.
Este post en particular, tiene un dolor que me pertenece, por circunstancias personales... así que prefiero no comentar al respecto.
Si dejarle un fraternal saludo, una oferta de linkearlo si me permite, y una promesa de volver a visitar su celda.
Puede ud. subir a bordo cuando guste.
Paz y Bien, Ulises, hijo de Angeles

29 de noviembre de 2004, 4:01  
Blogger Elisabeta said...

Adso deliciosamente bello tu post,siempre me resulta hermosa esa desnudez en los sentimientos de un hombre, pero como te dice G.en el primer post,creo que esa rendija la has de dejar abierta aún,y no caer ya en la derrota ni en la tristeza,aún es tiempo de esperar una respuesta a ese correo...porque un correo así sería delito enviarlo a la papelera.Te deseo de corazón que haya habido respuesta.Me ha emocionado leerte,es la primera cosa bonita que he leído este lunes lluvioso.Un beso enorme.

29 de noviembre de 2004, 13:53  
Anonymous Anónimo said...

You have an outstanding good and well structured site. I enjoyed browsing through it Insurance tescos travel us dvd movie player canon s800 printer repair Used oldsmobiles Boy hot cum indoor tv antenna cheap unlimited calls internet uk radar detector mr2 car cover take action maternity clothes supplemental prescription insurance chrysler cruise control diagrams

5 de febrero de 2007, 2:08  

Publicar un comentario

<< Home